30.9.10

Chico espera a chica en casa.

   Entró por la puerta. Antes de llegar al salón ya se había quitado gran parte de la ropa. La calefacción estaba estropeada desde hacía semanas, pero a ella pareció no importarle. No sabía si su bello erizado era producto del frío o de que estaba puesto su disco preferido. Recuerdo verla escucharlo una y otra vez durante horas, y de que al mero roce de la aguja con el surco de aquel viejo vinilo, sus pelos se ponían de punta. Parecía su conexión total con algo parecido a la libertad. La miré a los ojos; siempre se me revelaron como los de una persona desorientada, como si hubiera nacido en la época equivocada. A menudo me decía que no entendía los (para ella) excéntricos hábitos de las "nuevas generaciones". Nunca sintió que encajara. Quizá tampoco lo pretendía. Empezó a caminar de un lado a otro sin parar, contándome lo mucho que le molestaba tener que llevar aquel estúpido uniforme. Yo solo podía pensar en lo bien que le sentaba el pelo todo echado hacia detrás.

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